Sería ingenuo creer que el machismo -- en México – se alberga en comportamientos y situaciones alejadas de lo cotidiano. También sería egoísta declararse indiferente y aislarse de lo político; la apatía resulta del privilegio. Pero encima de todo, resultaría absurdo convencerse a unx mismx de que la estetización y la necesidad de lo convencionalmente conocido como “bello” se encuentra solo en los salones de belleza o en un par de revistas de moda. La propaganda política puede ser un ejemplo casi perfecto para entender cómo, sin darnos cuenta, se nos convence constantemente de supuestos que, la mayoría de las veces, inconscientemente aceptamos.
Sería ingenuo creer que el machismo -- en México – se alberga en comportamientos y situaciones alejadas de lo cotidiano. También sería egoísta declararse indiferente y aislarse de lo político; la apatía resulta del privilegio. Pero encima de todo, resultaría absurdo convencerse a unx mismx de que la estetización y la necesidad de lo convencionalmente conocido como “bello” se encuentra solo en los salones de belleza o en un par de revistas de moda. La propaganda política puede ser un ejemplo casi perfecto para entender cómo, sin darnos cuenta, se nos convence constantemente de supuestos que, la mayoría de las veces, inconscientemente aceptamos.
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¿Cómo se valora el arte? María tiene algo que decir sobre esto.
De la fiesta a la protesta
Las calles se toman de distintas formas. Desde la denominada Primera Marcha del Orgullo Homosexual en la Ciudad de México, la comunidad LGBTTTIQA+ las ha tomado cada vez con más fuerza. Ya son cuarenta y tres años de la primera gran demostración pública de la valentía y la resistencia de lo que con el tiempo hemos podido nombrar comunidad. La valentía obligada y la resistencia forzada que nos abrieron paso a quienes hoy estamos aquí, porque la valentía y la resistencia han sido persistentes, no han podido descansar.
Desde que se comenzó a formar un sentido de comunidad ha habido una especie de ambiente festivo, de celebración de la vida; porque, contra todo pronóstico, ha seguido existiendo y ha seguido en las calles. La comunidad que se ha formado es diversa y no es homogénea, su único denominador común es la disidencia. La disidencia de cada persona que es parte de ella, la disidencia que poco a poco se va portando con más orgullo.
Fotografía del Archivo Altarte, A. C.
La disidencia escandalosa del ruido de los tacones sobre el pavimento, de los pasos firmes, de las consignas, de la música, de la alegría, de la memoria de quienes ya no están, de la exigencia de libertad. La disidente aceptación en las calles frente a las miradas atónitas desde las ventanas de las casas, la disidencia que invita a integrarse a quienes aún están en las banquetas y esperan el momento para integrase a la comunidad, de aceptarse parte de ella. Porque también existe la disidencia discreta, temerosa pero no menos valiente. Disidencia que se ha transformado de aquella fiesta oculta a una fiesta completamente estridente cargada de risas impertinentes y necesarias en las calles.
Lo que llamamos orgullo se construye todos los días, se lucha con y por él cada vez que reconocemos en silencio o en público quiénes somos, cuando vivimos y nos nombramos. El orgullo está en aquellas protestas que no son sólo en junio, con las causas que nunca descansan, con las exigencias siempre presentes, con el reclamo permanente de justicia, con el dolor de la discriminación y el odio, con la valentía de un grito de ¡basta!, con la aceptación en medio del miedo y con la resistencia cotidiana. En la protesta se nombra e identifica a esa gran comunidad. Comunidad con pendientes que combatir como la serofobia, la transfobia, los crímenes de odio, la negación de la identidad y de los derechos; pendientes que convocan a tomar las calles y no dejarlas para obligar a la sociedad a combatirlos.
La forma en la que entendemos el orgullo está basada en nuestros contextos, en quiénes somos y en las identidades que nos atraviesan. Las personas disidentes en las calles han creado las razones y las formas del orgullo por medio de la construcción en comunidad. La fiesta y la protesta, entonces, siempre han estado ligadas y han permitido que hoy después de cuarenta y tres años sigamos aquí, con el orgullo disidente.
Fotografía por Mercedes Mehling en Unsplash