Sería ingenuo creer que el machismo -- en México – se alberga en comportamientos y situaciones alejadas de lo cotidiano. También sería egoísta declararse indiferente y aislarse de lo político; la apatía resulta del privilegio. Pero encima de todo, resultaría absurdo convencerse a unx mismx de que la estetización y la necesidad de lo convencionalmente conocido como “bello” se encuentra solo en los salones de belleza o en un par de revistas de moda. La propaganda política puede ser un ejemplo casi perfecto para entender cómo, sin darnos cuenta, se nos convence constantemente de supuestos que, la mayoría de las veces, inconscientemente aceptamos.
Sería ingenuo creer que el machismo -- en México – se alberga en comportamientos y situaciones alejadas de lo cotidiano. También sería egoísta declararse indiferente y aislarse de lo político; la apatía resulta del privilegio. Pero encima de todo, resultaría absurdo convencerse a unx mismx de que la estetización y la necesidad de lo convencionalmente conocido como “bello” se encuentra solo en los salones de belleza o en un par de revistas de moda. La propaganda política puede ser un ejemplo casi perfecto para entender cómo, sin darnos cuenta, se nos convence constantemente de supuestos que, la mayoría de las veces, inconscientemente aceptamos.
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¿Cómo se valora el arte? María tiene algo que decir sobre esto.
Niña Azul
¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?
En el mundo de los absurdos, esta es una de las preguntas que más utilizamos para tratar de entender todo lo que nos rodea. Caminar en el mundo QUEER nos permite entender que la fractura y flexibilidad del pensamiento son necesarias para conversar, escuchar y honrar al otro.
Ese otro que también vive dentro de nosotrxs mismxs y todos los días nos pregunta: ¿Dónde está la congruencia entre lo que haces, piensas, dices y escribes?
Son las 10 de la mañana en la Ciudad de México, un cuero de barba cerrada, una mirada de postal y una esgrima verbal envidiable nos abre las puertas de su casa. Oh sí, Santiago es un cuero de pies a cabeza.
Antes de empezar a grabar suspiro y escucho allá a lo lejos en el bosque tropical de las neuronas un murmullo que dice: “Madres, es la primera vez que entrevistas a una persona transgénero, espero no cagarla”.
Un día neteando con mis amigas lesbianas, les expliqué a detalle cómo me sentía; yo era un hombre que por alguna razón había nacido en un cuerpo de mujer y aunque me gustaban las mujeres, no era lesbiana. Ellas me decían que nunca se habían sentido así e incluso una de ellas me recomendó que fuera a ver un psicólogo que seguramente era un rollo de esquizofrenia. A ratos me bajoneaba y pensaba que estaba mal ya que no conocía a nadie que se identificara con mi situación.
Un día una amiga me dijo que yo era como Buck Angel, un pelón súper mamado que es estrella porno y además es un hombre trans. Confieso que fue muy sorprendente ver las fotos de este chavo; ese día frente a la computadora fue la primera vez que supe que existían personas trans.
Y entonces todo me dejó de doler… entendí que no soy una cosa extraña y que en el mundo hay más personas como yo. Definitivamente yo no tenía las dimensiones físicas de este chavo, pero si compartíamos algo: éramos dos hombres que nacimos en un cuerpo equivocado.
Durante mucho tiempo yo no supe que existía la transexualidad, lo único que tenía claro es que nos construimos poco a poco desde una búsqueda personal y definitivamente no hay ningún libro o receta que te diga quién eres a partir de ese día, me puse a googlear y encontré al ex - olímpico Balian Buschbaum, de eso llegaron los tips de cómo vendarme el pecho, y poco a poco me fui sintiendo más cómodo.
Varias personas me habían dicho que por ser tan raro, sin duda me iría al infierno. De tanta angustia y contención acumulada desarrollé la patología de osteocondritis intercostal, una enfermedad que cuando tienes momentos de estrés, sientes toques eléctricos en el corazón y agujazos en las costillas.
Durante la Navidad del 2011, a la mitad de la cena con toda mi familia, me dio una crisis. Sentí que el corazón me explotaba y mis costillas comprimían mis pulmones. Después de recuperarme, les expliqué que el cardiólogo me había dicho que estaba bien del corazón y que era un tema 100% emocional.
De inmediato, sin pausa alguna mi papá me preguntó: ¿Y entonces, cuál es tu tema 100% emocional?
Me quedé sin palabras y, en ese momento, lo único que se me ocurrió fue enseñarle unas fotos de Balian Buschbaum, antes, durante y después de su transición de mujer a hombre. Mi papá me respondió: ¡Cómo es que en plena Navidad, me sales con esta chingadera!?
Al otro día, me dijo que le diera chance ya que le costaba mucho el tema, y que necesitaba hablar con un sexólogo para que le explicara que todo estaba bien, es decir que le aseguraran que yo no estaba loco. Pocos días después, llegamos juntos a consulta con un sexólogo. La primera pregunta que me hizo fue: ¿tú quién eres? Le dije que me llamaba Santiago y que tenía 21 años, que unos amigos me habían dicho que tenía cara de Santiago y me sentía cómodo con ese nombre.
Mientras intercambiábamos preguntas y respuestas, reconocí en los ojos de mi papá mucho miedo y también un profundo interés de entender qué pasaba con su hijo. El doctor nos dijo que todo estaba muy bien y que este rollo se llamaba transexualidad. Antes de terminar la consulta le dijo a mi papá que cuando llegara a casa pusiera unos globos azules en la puerta de mi cuarto ya que tenía que entender que él había tenido un niño.
No fue fácil, pero pocas cosas son fáciles en la vida. Un día mi papá me dijo: “Si en verdad eres muy machito y tienes muchos huevos, ya llegó el momento de agarrarnos a madrazos”. Con miedo, pero bien parado, y la confianza de que yo no estaba loco, le dije que para mí ser un hombre no significa ser un animal que se agarra a golpes sin razón.
Ese mismo día me fui de mi casa.
El apoyo de mi abuelo fue clave en mi vida. Diez años antes de que muriera me fui a vivir con él. Yo cuidaba de él y a su vez él cuidó mucho de mi. Con su amor y respeto, mi abuelo compartió mi lucha y orgullo de ser un hombre trans.
Hoy tengo 32 años, vivo mi vida como un hombre cisgénero, un trans invisible–no sé si por gusto o por necesidad–con muchos retos, con miles de cosas por aprender y vivir. Todos los días me cuestiono cuáles serían los riesgos que tendría que afrontar si la gente supiera que soy un hombre trans.
Hoy me defino como una persona humana, resiliente, consciente, inteligente y muy fuerte. Nací en un cuerpo diferente, pero eso no significa que estoy loco o enfermo. Yo no puedo evitar ser quien soy y tampoco puedo ser feliz si yo mismo voy en contra de mi naturaleza.
Estoy casado con una mujer inteligente y sensible que me apoya en todo momento. Si tuviera yo ochenta años y algún niete me pidiera un consejo, sin duda le diría que vaya más allá de las etiquetas, que nunca pierda su humanidad y que respete y honre a los seres humanos simplemente por el hecho de que son humanos.
Si no encajas con la palabra lesbiana, si desde que tienes memoria eres un hombre heterosexual, no estás solo. Genera conciencia, busca información seria, descubre quién eres, acéptate de forma simple y sin rollo, ten compasión por ti mismo y no te olvides: Tú no estás mal.
Esta entrevista no hubiera sido posible sin la asesoría y apoyo de Tony Ocampo, consultora de ADIL Diversidad e Inclusión Laboral / https://adilmexico.com/
Las preguntas que NO debes hacerle a una persona TRANS:
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¿Realmente estás seguro que eres trans?
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¿Estás operado?, ¿Qué tienes entre las piernas?, ¿Cuándo te vas a operar?
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Durante tus relaciones sexuales, ¿Cómo son las posiciones que utilizas con tus parejas?
Mensaje de Santiago a chavos TRANS: Lucha por tu vida, lucha por quien eres, ponte tus guantes y enfrenta lo que tengas que enfrentar. Todo va a salir bien, todo lo difícil que tengas que pasar son cosas que te van a hacer más fuerte. No te aísles del mundo ni de tu familia, si te aíslas entonces no podrás gestar cambios en la sociedad. Nunca olvides que la vida no se acaba hasta que se acaba.
Mensaje del papá de Santiago a las familias TRANS: Hay que olvidarse de las tarugadas y entender que nuestros hijos son nuestros hijos. Hay que aceptarnos como somos, para no sufrir hay que ser maderas flexibles.
La Niña Azul