Sería ingenuo creer que el machismo -- en México – se alberga en comportamientos y situaciones alejadas de lo cotidiano. También sería egoísta declararse indiferente y aislarse de lo político; la apatía resulta del privilegio. Pero encima de todo, resultaría absurdo convencerse a unx mismx de que la estetización y la necesidad de lo convencionalmente conocido como “bello” se encuentra solo en los salones de belleza o en un par de revistas de moda. La propaganda política puede ser un ejemplo casi perfecto para entender cómo, sin darnos cuenta, se nos convence constantemente de supuestos que, la mayoría de las veces, inconscientemente aceptamos.
Sería ingenuo creer que el machismo -- en México – se alberga en comportamientos y situaciones alejadas de lo cotidiano. También sería egoísta declararse indiferente y aislarse de lo político; la apatía resulta del privilegio. Pero encima de todo, resultaría absurdo convencerse a unx mismx de que la estetización y la necesidad de lo convencionalmente conocido como “bello” se encuentra solo en los salones de belleza o en un par de revistas de moda. La propaganda política puede ser un ejemplo casi perfecto para entender cómo, sin darnos cuenta, se nos convence constantemente de supuestos que, la mayoría de las veces, inconscientemente aceptamos.
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¿Cómo se valora el arte? María tiene algo que decir sobre esto.
Nunca más
La adolescencia es una etapa en la que te descubres a ti misme en muchos sentidos y exploras más a fondo lo que significa ser tú, lo que quieres en la vida y, por supuesto, tu sexualidad.
No es fácil para mí escribir esto, pero creo que es momento de expresar algo que toda mi vida he sentido como una carga, una especie de secreto. Algo que, por más insignificante que parezca y sea una cuestión de amor, es motivo de discriminación en la sociedad: ser gay.
Aunque sólo puedo hablar de mi experiencia, quise encontrar un punto en común con mis amigues de la comunidad LGBTTTQI, un conjunto de sentimientos que se desarrollan en nosotros desde una edad muy temprana: la vergüenza, el miedo y la culpa.
¿Por qué me debería sentir mal por querer? No estoy haciendo nada malo. No soy un criminal. ¿Por qué me siento así? ¿Por qué me siento culpable?¿Por qué me debería de avergonzar de mí mismo? ¿Por qué me tengo que esconder? ¿Por qué tengo que cambiar la manera en la que actúo para que alguien no me falte al respeto?
Ahora que soy mayor y he encontrado una afinidad por la escritura, he podido abordar este tipo de preguntas que me quitaron el sueño durante mis años de secundaria y preparatoria.
Creo que una de las cosas que como mexicano y católico me sucedieron mientras exploraba mi sexualidad era una sensación extraña que experimentaba en el estómago cuando se discutía el tema de la homosexualidad en cualquier lugar: la omilía en la misa, en familia, con amigos o en la escuela. Cuando eres un adolescente y comienzas a escuchar comentarios que suponen que tu sexualidad -algo sobre lo que no decides- es motivo de irte “al infierno” o causar “asco”, las noches comienzan a hacerse más largas, preocupantes y llenas de preguntas; como si cargaras un peso en la espalda, sobre el que no puedes contar, pero que constantemente te oprime el pecho.
Cada vez que yo escuchaba a una persona cercana usar expresiones como “joto” o “marica” me sentía peor conmigo mismo. ¿Qué estaban haciendo tan mal las personas homosexuales para que les llamaran de esa forma? ¿Por qué esas expresiones salían de la boca de personas con tanta facilidad? ¿Por qué había una incomodidad al hablar de este tema? ¿Por qué no podía ser “normal”?
Este tipo de comentarios causaron que yo desarrollara un resentimiento enorme hacia mí mismo. Aunque por dentro me moría de ganas de contarle a mis amigos sobre mi verdadero yo, qué tipo de niños se me hacían atractivos, pedirles consejos de amor, etcétera.
Nunca voy a olvidar la sensación de abrirse por primera vez con una persona. Fue increíblemente difícil tener el valor de decir las palabras “Soy gay”; cuando finalmente le conté a una amiga. Me abrazó y me dijo que era algo completamente normal. Poco a poco me di cuenta que el miedo era sólo mío, y que a pesar de que sabía que no todos reaccionarían de la misma manera, la estúpida idea de que ser gay era “malo” se fue desvaneciendo de mi cabeza y me dejó vivir con más libertad.
A partir de ese momento le fui contando a mis amigos, primos y hasta a mi hermana, a la cual tenía un miedo enorme de contarle, pero me abrazó de una manera increíble cuando le dije e incluso lloró después de que le platicara lo difícil que había sido para mí la vida años antes.
Las personas a las que me fue más difícil compartirles que era gay fueron mis papás. Todavía les cuesta aceptarlo. Pero siempre me dejaron en claro que seguía siendo su hijo y que me amaban.
Poco a poco, con ayuda de libros, influencers y programas de televisión que hablaban más abiertamente sobre este tema me pude dar cuenta de que ser gay, lesbiana, bisexual o trans, no es algo de lo que te debes avergonzar. Existe una gran comunidad de personas que han experimentado las mismas situaciones incómodas y de temor de ser quienes son
Creo que finalmente comprendo por qué se le llama “Mes del Orgullo”. Porque después de ser niñes pequeñes que crecieron con temor a expresarse y a salir con las personas que aman, el mes del PRIDE nos recuerda que está bien ser nosotres mismes, que no tenemos que tener miedo de amar. La gran familia que es la comunidad al día de hoy se construyó gracias al esfuerzo de personas a las que les negaron sus derechos, y que sufrieron muchísimas injusticias, que se amaron en secreto y a distancia. El mes del orgullo nos permite recordarles y seguir luchando por la libertad de otres que aún no pueden amar libremente.
Hoy quiero decir que ya no siento vergüenza, que estoy feliz de la increíble persona que soy, que tengo valores, que respeto a las personas y que después de tantos años de sentirme mal conmigo mismo, hoy libremente puedo decir: “No quiero sentirme culpable por amar”. Nunca Más.
Anónimo